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martes, 5 de octubre de 2010

Proyecto narrativo...cambio de enfoque.

Tiempo al tiempo



Hace cuatro días que Benjamín no va al colegio. Todas las mañanas es una odisea levantarse. Lo despiertan muy temprano y le preparan el desayuno, esperando que la combi venga a buscarlo. El mal humor prevalece la mayoría de los días, algunos se hace el congestionado y dice que no quiere ir. Otras veces, resulta cierto como ahora.

Esta sentado en el sillón del living viendo tele y jugando a la play. Tiene un poco de fiebre, bronco espasmos y un leve grado de vagancia (como si esto fuera novedad).
Es hora de que se ponga a ejercitar un poco la mente, tanto sedentarismo frente a la tele va a cegarlo. Buena excusa para escribir, es el cumple de su papá dentro de unos días.


-¿Qué letra sigue?


-No sé, pronuncialo de nuevo y te va a salir.


-No puedo, no me sale, no se cual sigue.


-Repetí la palabra y ya te va a salir Benja!

(…)

- ¿Con esto está bien? ¿No escribí poco? (“Feliz Cumple, te amo”).


- No importa la cantidad que escribas, importa lo que escribís.


- Si, puede ser. Pero igual si escribo más me empiezo a trabar y no me salen las palabras.



Se nubla. Se traba. Retoma una o dos veces. Vuelve a empezar, no siempre hasta que le sale.

Hoy después de casi una semana de no ir, Benjamín está llegando del colegio. Ya se escucho la bocina de la combi, así que su mama va a recibirlo. Alma, su mamá, da clases particulares en su casa después de su turno tarde en el colegio 49, a unas 20 cuadras de su casa.


-Benja acá te preparé la merienda, cuando termines levanta las cosas y dejalas en la cocina y lavalas. A las 20:00 termino de trabajar, acordate que hoy te toca preparar la mesa a vos.


- Ya se mamá que tengo que levantar las cosas. Hoy no me toca armar la mesa a la noche a mí, es miércoles, le toca a Anto.


- Bueno pero Anto no viene a cenar hoy a casa, ¿la podes reemplazar vos?


-(A los gritos) CLARO, SIEMPRE YO. DESPUÉS MAÑANA ES JUEVES Y ME TOCA A MI Y LA TENGO QUE ARMAR OTRA VEZ Y ANTO NO ME AYUDA.


-Bueno, ¡basta! ¿Recién llegas y empezas a quejarte?



-¡NO ME ESTOY QUEJANDO! NO QUIERO ARMAR LA MESA DOS DIAS SEGUIDOS. (….) Bueno, está bien, pero que otra vez me ayude ella.



Alma piensa que tendría que dejar de quejarse por tonterías. Hay cosas peores que armar una mesa. No esta tan equivocada. Pero es siempre la misma situación.

Quejas. Enojos. Caprichos.

Benja termina su merienda, levanta su vaso, el plato y los lava. No emite ninguna palabra. Sabe que su mamá tiene razón, pero no se lo reconoce. Aunque reniegue, comprende que ella no se equivoca (no sé porque la necesidad de repetir las cosas una y otra vez). Bueno, aunque a Antonela también hay que repetirle algunas cosas a veces...

Benjamin es transparente y puro, si le hablas de mentir nunca lo hizo. Creo.
Es una caja de sorpresas, llena de alegría, de vida, de entusiasmo. Es un enamorado del amor, quiere su novia, y lucha por conseguirla.


(A su mamá)

-Cuando tenga hijos me voy a ir a vivir a una casa muy grande. Pero cerca de acá. No me quiero ir muy lejos. También voy a llevar a mis hijos al colegio todas las mañanas como hacías vos conmigo, si en algún momento los tengo que aconsejar me voy a acordar de todo lo que me enseñaste y si no vengo y les digo que hablen con vos.


No es imposible.

A sus padres, todavía les taladra la cabeza aquella frase “posiblemente su hijo sea un vegetal”.

Hoy lo miran, sonríen y piensan: Un vegetal… Que camina. Que hace monólogos. Que se expresa. Creo que por eso le exigen, quieren que deje de quejarse.

Ya es viernes, empieza un nuevo fin de semana. Alrededor de las 18 hs su papa pasa a buscarlo y se va para su casa hasta el sábado a la noche. Como esta de mudanza, hay muebles por todos lados.


(Benja)

-Yo llevo este armario arriba, dejame a mí.



(Su papá)

-Bueno dale, pero lo llevamos entre los dos. Te pedí que me ayudaras, no hace falta que lo hagas solo.


Benja: -Dejame que yo lo hago solo, yo tengo fuerza y puedo hacerlo. No solo puedo sino que quiero hacerlo solo… Pero eso si, después te juego un partido en la play.

De alguna manera quiere equiparar las diferencias que siente que tiene. Marcando: Esto puedo, esto no. Esto quiero, esto no me interesa.


Todos quieren aportar algo para Benjamín, para y por él. Pero no saben qué ni dónde ni cuándo.
Le dan sermones para que escuche y aprenda.
Benjamín, el sábado llega de su papa y en medio de una discusión dijo algo:


-Todos los días intento, aunque no siempre lo demuestro y cuando me sale siento satisfacción de que puedo hacer las cosas. Cuando no me sale me frustro y me voy a la pieza a escuchar música para distraerme y despejarme. Pero si vuelvo a intentar sé que voy a poder por más que tarde más que los demás.
¡Así que basta de decirme todo el tiempo las cosas!
Está bien…soy un poco caprichoso. Pero sé lo que me sale y lo que no. Yo los amo porque son mi familia, pero hay veces que me aturden. Entiendo que no tendría que ser tan vago y practicar un poco mas de lectura y escritura.
Yo tengo mis tiempos


Nadie agrego nada.

Benjamín se va a su pieza y a dormir. Vuelve a bajar las escaleras y dice con un tono simpaticón y a la vez medio enojado:


-Es solo cuestión de tiempo, ¿pueden entender eso?... Eso sí, sigan enseñándome siempre.

Respuesta a la carta argumentativa.

Buenos Aires, 28 de septiembre 2010

Querido futuro posible hijo:

A mí también me abandonaron. Nunca conocí a mi mama. Bueno, ciertamente si la conocí pero ya ni me acuerdo. Me dejo a mí y a mis 2 hermanitos solos. Y mi papa, por supuesto desapareció a los días. La mayor y única mujer de la familia era yo, me tuve que hacer cargo. Creo que entre los tres sumábamos como mucho 11 años. De lo poco que puedo acordarme, no sé si porque era chica o porque preferí borrar y anular recuerdos, es que al principio me hice la fuerte, la madraza, con apenas 6 años y “dije”: ¿Ah, si? ¿Nos dejan solos? Miren que fácil que me las arreglo. Pedía por la calle, algo me daban aunque nos miraban mal o con miedo todo el tiempo.

Teníamos un tío, que se apiado y nos tuvo un tiempo con él, hasta que después se ve que no nos aguanto más y nos largo también. La odie mucho a mi mama, pensaba que si reaparecía no iba a permitir que nos vuelva a ver. Ella ya había tomado una decisión y era dejarnos solos, desprotegidos. Todos los días era una odisea y un acertijo pensar cómo íbamos a pasar la noche, qué íbamos a comer. Qué les iba a dar YO de comer, me sentía la mamá de ellos y los tenía que cuidar. Con dos y tres años, ¿Qué podían hacer? ¿Qué iban a hacer? Pobrecitos.

Después de un tiempo, año y medio casi dos, cada vez que miraba a mujeres con sus bebes en brazos, bien prolijitos y perfumados, o veía nenes correteando por las plazas no podía evitar ponerme a llorar y querer que mi mama vuelva. Si, la extrañaba mucho y la necesitaba. No podía más sola. Si bien ya estábamos en un hogar, quería despertarme y ver a una mamá, a una mujer que me cuide solo a mí y a mis hermanitos. Mas allá que la celadora y la rectora del hogar eran un amor. No me bastaba con eso. Quería a la mamá que muestran en las películas o series infantiles, que todos los días me cuente un cuento antes de dormir, que me cocine la torta que me gusta, que me rete cuando sea necesario, que me diga que hacer, que me abrace como nunca nadie me abrazo. Si mi mamá hubiera vuelto, la que no la dejaba ir esta vez era yo. Pase años padeciendo su falta, y cada uno de ellos extrañándola y necesitándola. Pero desde que nos dejó, nunca más supe de ella.

El día de mi cumpleaños número 12, o al menos era el día que nos llevaron al hogar, Margarita quien nos cuidaba en el hogar me dio el regalo más grande y hermoso. Un ángel hecho mujer nos iba a cuidar a mí y a mis hermanos. Hace tiempo que se estaba tramitando la guarda y la adopción, faltaba ultimar unas cosas. Ella no podía tener hijos pero nos tuvo, nos adoptó y nos amó durante mucho tiempo. Hoy ya no la tengo más, falleció hace unos meses.

A pesar que físicamente se fue, no me siento más sola. Tuve ese amor que tanto necesite y lo guardo para siempre. Antes me creía una heroína pensando que podía arreglármelas sin ayuda de nadie, y de grande me doy cuenta que con ese pensamiento lo único que estaba pidiendo era que me salven, que un ángel me abrace y no me suelte mas. Yo tuve ese ángel, y hoy quiero ser uno. ¿Te puedo abrazar?

lunes, 4 de octubre de 2010

Carta argumentativa

Buenos Aires, 18 de Septiembre de 2010

Estimada Dra Gomez Larrea:


Me dirijo a usted por medio de la presente para comunicarle la inquietud que tiene sumido al grupo “DETRAPER” (Defensa contra el trafico de personas) del cual soy parte como vocal desde el año 2002.

Somos conocedores que Ud. precederá el congreso para analizar las conductas y perfil de las victimas del trafico de personas a realizarse en el país, en el mes entrante.
Sin animo de imposiciones y humildemente hacemos la observación, no sea cuestión que de victimas pasen a ser juzgadas como inductoras y eso logre atenuar la culpabilidad de los traficantes.

La trata de personas es una violación a los derechos humanos, la bien llamada esclavitud contemporánea que abre un abanico mas amplio como trafico de drogas, de órganos.

Como bien sabe,la Constitucion prohíbe absolutamente la esclavitud, quien someta a una persona a la servidumbre para que ejerza contra su voluntad cualquier actividad, comete un crimen constitucional. Tambien quien ingresa al país como esclavo, una vez descubierto, será libre por el solo hecho de pisar suelo argentino. Al menos es lo que quiere la Ley Suprema de la Nacion.

Deseamos que estos fundamentos se hagan valer y cobren peso. Sabemos que en muchos de los casos las victimas saben que entraran en el negocio de la prostitución pero lo que no se les hace saber es en que condiciones tienen que ejercerlo.

No es solamente la trata de mujeres con fines de prostitución la que puede conducir del consentimiento a la esclavitud, tambien existen casos de hombres que son contratados como obreros de la construcción, toman el trabajo por necesidad pensando que es legitimo; y se los encuentra en el lugar de trabajo en condiciones infrahumanas y sin paga alguna.
La situación mas extrema es cuando la victima es un menor de edad, caso en el cual, la violencia esta siempre presente.

Esta sobrevivencia de la esclavitud en nuestro país no viene de una novedosa actividad delictiva de los últimos tiempos, nace antes de nuestra Patria y persiste hasta hoy dia.

No tengo intenciones de prestar una mirada moral de la cuestión sino que abarco y abrazo los valores que están en juego: la salud mental y la libertad personal.

Sin mas que agregar confiamos en su firmeza .


Saludamos atte.

lunes, 9 de agosto de 2010

El norte y el sur

A veces no sé si entiendo lo que dice, si interpreto sus palabras. Creo que sí. Aunque en algunos momentos siento que lo subestiman, no quiero hacerlo. Y no lo voy a hacer. Pero, ¿lo hago?

Ya no llevo la cuenta de cuantas veces le cambie el pañal, ahora es todo un hombre. Aprendió a cambiárselos a su hermana, tan chiquita. Su hermana que también es la mía.

El es transparente, es puro. Si le hablas de mentir, nunca lo hizo. Creo.
A Benjamín le cuestan algunas cosas, algunos días muchas. Se levanta de buen humor cuando sabe que no va al colegio, claro al mediodía a todos nos gusta despertarnos. Si hace frio y esta por llover, mejor no ir al colegio. No vaya a ser cosa que llueva y después se enferme.

No se detiene para ver que hace y que no, simplemente hace. Resulta más fácil decir: “no me sale”, “no puedo”, “no sé hacerlo”, pasa todos los días. Negarse a probar, a intentar, suele ocurrir bastante seguido.

Detrás de ese cuerpo flaquito, de ese color rosado en su cara, dentro de su cabeza, de su mente, ¿Qué es lo que piensa? ¿Se ve igual, se siente igual? ¿Qué siente cuando sabe que algunas cosas no le salen o no las hace? ¿Notara eso?
Benjamín sabe leer, no muy de corrido, algo lee. Se excusa, “esas letras son muy chiquitas”. Escribe cada día más, pero no tanto, no practica mucho en casa. Es bastante vago. Si no fuese así sé que hay cosas que le saldrían mejor. Compitiendo un libro vs play station, se sabe el ganador.

Se nubla. Se traba. Retoma una o dos veces. Vuelve a empezar, no siempre hasta que le sale. Debería intentarlo de nuevo, una vez más, pienso yo.
Se lo digo, a veces bien otras no. Tendría que esforzarse más. ¿Pero podrá? ¿Cuál es su límite? ¿Existe un límite?


-¿Que letra sigue?


-No sé, pronuncialo de nuevo y te va a salir, pensalo vos.


- No me sale.


Así es como puede empezar una pelea entre hermanos.El que no se esfuerza no llega a ningún lado.

En alguna ocasión escuche por ahí, sin grandes sacrificios no existen grandes triunfos. Querer crecer es parte de esto también. Reintentar hasta el cansancio, para poder decir “yo puedo”. ¿Qué hace falta para lograrlo? Esfuerzo. Lo que se le pide todo el tiempo.

Cada día me detengo y reflexiono ¿a caso Benja ya no se esfuerza demasiado? ¿No lucha con las diferencias que trae consigo? ¿No le estaré pidiendo de mas y será por eso que se nubla? ¿Hasta dónde el seguir aprendiendo corre por su cuenta? Es una incertidumbre, no sé si alguna vez me sacaré esa duda.

Benjamín es una caja de sorpresas. Llena de alegría, de vida, de entusiasmo.
En su mundo prevalece el juego, que es sinónimo de diversión y él quiere divertirse todos los días, a cada hora.

Es un enamorado del amor, quiere su novia, y lucha por conseguirla.
Proyecta, cree. Se imagina, casado y con hijos. Con una casa y su auto. El año que viene quiere votar. Controversias, sentimientos encontrados. Es difícil lidiar todos los días con esas cosas…pero, puede ser así.

Y pensar que en el 92, a penas nació los médicos les decían a mis papas que no se preocupen. Lo que tenía en la cara era un hemangioma muy extendido, pero que al no tener relieve no debería tener ninguna importancia, salvo el tema estético. Muy probablemente le iba a desaparecer con el tiempo y después tendrían que acudir al dermatólogo de cabecera.
A los seis meses, ya operado una vez, con la enfermedad diagnosticada, sabiendo que es un trastorno poco común presente al nacer y que un niño con esta afección tendrá una marca de nacimiento conocida como hemangioma plano (usualmente en la cara) y problemas neurológicos. Se caracteriza fundamentalmente por angiomas en diferentes localizaciones, calcificaciones cerebrales, crisis epilépticas y glaucoma (aumento anormal de la presión intraocular.
Esta enfermedad es una de las catalogadas como raras, es decir, que afecta a 3 cada 1.000 ciudadanos.

¿Todo eso tiene Benjamín?

Pero ¡Atención!, un error de cálculos: Les dijeron que muy probablemente “quede un vegetal”, llegado el caso en que pueda hablar no va a decir más de tres palabras seguidas, y que, eso sí, definitivamente no camine…entre otras cosas.

Hoy lo miro y sonrío.

Que poco se sabe del cerebro. Es un área que a veces ni los profesionales se animan a tocar. Es cambiante. Es otra caja de sorpresas.

Tengo como hermano a un vegetal. Que camina. Que hace monólogos. Que se expresa. Y se queja, se queja mucho. Creo que por eso le exijo. Quiero que deje de quejarse. No es tan sencillo, lo sé. En su interior y en una parte entiende la diferencia. Su diferencia con los demás.

Dentro suyo convive una pelea constante con el mismo. ¿Que está bien? ¿Qué está mal? No se sabe.

¿Hasta dónde pueden llegar los límites de la mente cuando el campo de batalla está lleno de obstáculos?

Benjamín es impaciente. Quiere aprender. Benjamín se altera. Y quiere hablar. A Benjamín lo escuchan, pero no siempre sabe que decir. Benjamín sueña, cree, lucha.
Benjamín vive en mi casa y me está saludando para dormir. Para irse a soñar en que puede. Mañana se va a despertar y va a poder.

martes, 8 de junio de 2010

A pocos metros, etnografía

Siendo las cuatro y media de la tarde, estoy en camino a la parada del colectivo 299 ramal M (Matanza: partida Estación de Banfield, destino Estación Lanús), un recorrido no muy extenso la mayoría de las veces pero que transita distintos momentos, al menos a mi parecer.
Mientras lo espero, me doy cuenta que hay algo distinto en aquella placita. Madres con sus bebés, nenes corriendo por todas partes, algunos en la calesita que emite de fondo una canción de Xuxa (igual que un altavoz de un celular en el Roca pero que esta vez vale la pena escuchar) esto es sin dudas una regresión en el tiempo, me vi corriendo por los canteros y sacándome aquella foto que tengo en la mesita de luz, ahí subida a uno de esos caballitos. Esta no es la misma plaza que hace 20 días está limpia, con pintura nueva… tiene alegría, tiene vida.
Ya después de unos quince minutos me encuentro en la mitad de la fila para subir; siempre hay mas de ocho, nueve personas esperándolo por cierto es uno de los que mas tarda en llegar. Ahí está, doblando Talcahuano entrando por Vergara (hace unos cincuenta metros y se topa con nosotros). Me subo y le pregunto al chofer cuánto es hasta la estación de Lanús, hace tanto que no voy que ya ni me acuerdo. Pongo mi peso cincuenta y me siento allí, en los asientos individuales bien al fondo, casi siempre cuando voy hasta mi casa me siento por la mitad o donde haya lugar, no lo elijo… el asiento me elije a mi, en este caso pude optar.
Dobla por la calle Maipú para pasar la Avenida Alsina. Todo marcha normal, como de costumbre. Gente corriendo para poder tomarse el tren que en unos minutos está llegando. Mujeres y mujeres que salen del supermercado, algún que otro hombre aparece en la escena cargando bolsas, uno se dirige hasta su auto sin mirar la calle cuando cruza. A pesar de su paso por la vida alborotado, cansado, exaltado, estresado, y cualquier otra escusa que pueda llegar a cruzársele por la mente, al minuto de darse cuenta que cruzo como el diablo y que el chofer largo un bocinazo tremendo, pide disculpas y entra a su auto. El chofer se lo quería comer vivo.
Siguiendo por Maipú miro hacia arriba de los locales, casi nunca me detengo a observar los departamentos que están por encima de éstos. Cuando viajo en colectivo generalmente me desconcentra la gente que se la pasa hablando de sus problemas de la vida, o los nenes que suben cuando salen del colegio y están todo el trayecto gritando y tirando pelotitas de papel. Pero esta vez, estoy como en otro mundo. Exactamente nose si en otro mundo, pero miro todo desde otra perspectiva. Hay unas veinte personas adentro del colectivo. Todas distintas, ya sea de edad, estatura o sexo, distintas en la estética, pero iguales…iguales en la mirada. Después de ver la exposición de fotos de Steve Mc Curry aquella vez y a partir de ahí miro con otros ojos la mirada de la gente. Y en este caso, veo cansancio, tristeza en algunos pero un brillo en todos (creo yo la esperanza da ese brillo). Estos diez minutos en los que me pongo a ver las miradas de otros me matriculo a mi misma como psicóloga, me siento analizando e imaginándome la vida de cada uno de ellos.
El recorrido continúa, ya doblando por Quintana pienso que en una cuadra tengo que bajarme, pero reflexiono dos segundos y me doy cuenta que hoy mi destino no es mi casa, entonces sigo.
Después de Malabia , la calle Quintana se transforma en La Matanza y unas cuadras más adelante ya no es más Banfield sino Remedios de Escalada.
Siento algo raro, las cosas cambian. No por menospreciar ni hacer diferencias, pero hasta las veredas son distintas. Mas despobladas, algún grupo de jóvenes en determinadas esquinas. Pero nada de nenes corriendo ni jugando por las calles. La mayoría de las casas con rejas altas, altísimas. Y en algunas de ellas se ve la unión o el anexo que le hicieron a las que antes existían, esas rejas que antes no te pasaban el ombligo y ahora son más altas que uno con el brazo estirado. Habría que preguntarse porqué se llegó a tanto. Estás en tu propio hogar y a veces hasta ni la reja alcanza, agregados de alarmas, cámaras. Confío fiel y lamentablemente en esa frase de mi abuela “el mundo de hoy no es el que era antes”, ya lo creo.
Dejo de renegar un poco y de hacerme mala sangre y continúo en mi observación. Hay tiendas, mecánicas, almacenes, fiambrerías, carnicerías…todas anunciadas con carteles a mano. Todo barrio a unas cuadras de su casa tiene otro un tanto más precario. Analizo esas diferencias y me cuesta entender que en tan pocos metros hay dos vidas totalmente distintas. Los otros, los distintos, los caretas, los “villa”, los “chetos”, los de un lado, los del otro…¿por qué todos esos carteles que precisamente no necesitan un clavo para catalogarse?. Al fin y al cabo todos respiramos, somos todos iguales, la diferencia aunque nos cueste asumirlo la hacemos todos, los 12 meses del año.
Ya llegando al final del recorrido, la cosa empieza a cambiar. Hay más negocios comerciales, mas gente caminando por las calles. Regresan a la escena los nenes corriendo en las veredas, o de la mano de sus padres. Doblando para llegar a la estación de Lanús, como no podía faltar, una cola interminable para volver a subirse. Me bajo, recorro algunos lugares por la 9 de Julio, que aunque me sienta en el Centro, estoy en Lanús. Menos gente que espera, y vuelvo a tomarme el 299 para bajar, esta vez, en mi casa.
De vuelta en el mismo asiento, un poco mas calmada, sin tanta psicología, miro a mi alrededor y todavía no puedo evitar preguntarme: ¿Por qué?

domingo, 2 de mayo de 2010

Ciudad en llamas (diptongo UI- IU)

Cada día nos encontramos con personas que no cuidan lo que tienen, que arruinan su propia ciudad. En este mundo acelerado es gratuito destruir. Acá, allá...ciudadanos por doquier, gente que conserva y cuida lo que quiere.
Parece ironía, aquel viudo en este ruidoso lugar manteniendo con gran cuidado y amor las plantas de su jardín, después las de la plaza y de la ciudad, rodeado de buitres bestiales que solo piensan por y para sí. No les interesa el futuro, viven el hoy sin cuidado.
No hay que hacer errado juicio de quien quiere construir y cuidar lo ageno.
Jose Luis nos enseñó que para cuidar la ciudad es necesario destituir el egoísmo, pensando por hoy y para mañana sin intentar huir de las responsabilidades de ser ciudadano de esta ruidosa y quisquillosa ciudad.

lunes, 26 de abril de 2010

Culturas, STEVE McCURRY

"Cada mirada, una historia".


Sentada en la computadora del trabajo, me doy cuenta que ya son las doce. Agarré mis cosas y disparé rápidamente a la parada del 55 rumbo a la facultad; allí me encontraría con las chicas y nos encaminaríamos al Borges, a la exposición de fotos de Steve McCurry. Después de veinte minutos de espera ya era hora de que el colectivo doblara y se asomara por Thames. Así fue, como si hubiera escuchado mis plegarias de que apareciese (me estaba helando, hacía mucho frio). Pasaron otros veinte más y ya me encontraba en la puerta principal de la facultad con una de ellas. Teníamos que esperar que se hiciera la una para terminar de juntarnos todas. Mientras le comentaba cómo me había pasado de parada y tuve que bordear todo el Parque para llegar a destino, llegaron .Caminamos hasta el subte, nos bajamos en Florida y fuimos por la misma unas tres cuadras esquivando gente muy acelerada... demasiado para mi gusto, parecía una maratón. Llegamos e ingresamos por la esquina de Viamonte y San martin. Obtuvimos nuestras entradas para el ingreso. Subimos y buscamos el pabellón III, sala 21. El ambiente cambia por completo, dejan de escucharse esas voces de esa gente acelerada, y el silencio comienza a adueñarse del lugar, la sala estaba vacía. Éramos nosotras cuatro, más tarde entraría una pareja. Y ahí se encuentran...allí están decorando aquellas blancas paredes interminables todas esas fotografías. Todos esos rostros que no dejan de mirarme, que no dejan de pedirme ayuda. La primera imagen que me impacto y me detuve más de cinco minutos, fue la de Ali Aqa, un niño de 15 años de familia pobre: él planea ser abogado. Hay esperanza en su mirada. En ese momento en mi cabeza se instala un sentimiento enorme de admiración y emoción, y pienso: ¡Si!, seguramente lo logre o por lo menos haga todo lo posible por su sueño. Sigo caminando y no dejo de sentirme observada por todas esas caras que no solo me piden ayuda, sino que también me invitan a que conozca su historia. Cada imagen, una historia. Me invade la indignación, dos niñas de Indonesia cubiertas bajo una canasta de arroz para escapar de la lluvia. Cuánta gente hay en esas condiciones en todo el mundo; miramos un poco más allá de nuestro mundo, de nuestra burbuja en la que a veces nos sumergimos y vemos esto por todas partes. La indignación aumenta cuando veo a esa madre, durante la inundación, el Monzón, con su niño pidiendo limosna a través de la ventana de un taxi.
-¡No puede ser! Todos los días veo esto.
Vuelvo a la entrada donde se encontraba uno de los hombres de seguridad y le pregunto si se puede sacar fotos, a lo que me responde:
-Si no te ve ningún otro policía podes.
Agradecida me dirijo nuevamente al sector en donde me encontraba, pero algo me detuvo. Esos ojos verdes. Aquella mirada fija y conmovedora. El retrato de una joven afgana, huérfana en un pueblo bombardeado por los soviéticos, Sharbat Gula. Mientras leía que el encuentro con Steve McCurry había durado un cuarto de hora en el cual él la fotografió, sentía que esos ojos no dejaban de mirarme. Steve no le pide su nombre, apunta sólo a la edad: doce años. Aprendió a mirar y esperar. Si sabes esperar, como él mismo dijo, la gente se olvidará de tu cámara y entonces su alma saldrá a la luz. La imagen publicada en 1985 en "National Geographic" vive su propia historia. McCurry intentará encontrar a la niña, tras una búsqueda de dieciocho años, en la cual por medio de una prueba de " reconocimiento de las características faciales" la encuentra, era la misma que había fotografiado en 1984. Este hombre nacido en Filadelfia, considerado uno de los mejores fotógrafos del mundo, había logrado su cometido: encontrar a la niña.
Emocionada por la historia, intento sacar una foto de aquel momento, de ese retrato inolvidable y el flash y el sonido de la cámara retumbaron en la sala. Por supuesto, tuve que dejar de sacar fotos por un largo rato...tenía que disimular.
Sigo recorriendo esas historias, y veo rostros por todos lados, veo tristeza en aquel hombre de Vietnam esperando el resultado de HIV de su familiar.
Corro la mirada y leo aquella frase tan cierta para algunos y tan desechable para otros: " Tal como una vela no puede sobrevivir sin fuego, los hombres no pueden vivir sin una vida espiritual”. No digo que haya que vivir rezando, pero si digo que todos necesitamos creer en algo o en alguien. Y todas esas miradas transmiten eso: necesidad de creer, están desesperanzados pero quieren crecer, quieren confiar.
Terminé por desarmarme, casi a punto del llanto y quizás no era para tanto, pero me di cuenta que no somos conscientes del mundo en el que vivimos cuando vi esa fotografía: un niño llorando apuntándose con un arma. Ni calculé el tiempo que estuve detenida en aquellos ojos, en ese llanto, en esa situación. Fue bastante .De un lado y de otro más imágenes de pequeños jugando con armas, algunos eran parte del ejército.
Estuve mas de media hora sin emitir una sola palabra.
Me pregunto, ¿ en qué mundo vivimos?.¿Aquél niño podrá cumplir su sueño de convertirse en abogado?¿Ciudades bombardeadas constantemente?¿Pueblos destruidos? ¿Esa familia pidiendo limosna? ¿Esos nenes de cinco ó seis años trabajando?.Aquellos chicos que tendrían que estar jugando a la pelota o estudiando para la escuela,¿ portando armas?,¿jugando con ellas?. No es solo la India, Honduras o Afganistán.... es en todas partes. Y realmente, caer en esa realidad es bastante duro.
Terminando la vuelta a esa sala de vidas plasmadas en rostros, en fotografías, de historias contadas con la mirada nos retiramos y volvemos a la "rutina". Aquella que no siempre nos permite ver que hay algo más allá de nosotros y que quizás en otras situaciones nos marca todo el tiempo esa cruda realidad.
Me encontraba esperando el 140 para ir de regreso al trabajo. El semáforo en rojo, los autos, motos, bicicletas y taxis se detienen. Y aquel niño de ropas usadas pasaba por cada auto a pedir monedas, nadie le dio nada. El semáforo se pone en verde, sube a la calle y me pide a mí. Vi en esa cara la misma mirada de desesperanza que en esas imágenes de esos niños. Se las doy y le pregunto:
-¿Qué te vas a comprar?
-Galletitas, tengo hambre...
Me subo al colectivo pensando y reviviendo cada cuadro, cada historia y cada gesto....Son el fiel reflejo de aquel niño del semáforo, de todas esas personas que piden a gritos ayuda y que no la encuentran por ningún lado.



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